Un clásico de la cocina francesa, el mousse, es un postre que significa espuma en francés, otorgado por su suavidad y textura aireada. Para conseguir el mousse perfecto hay que darle importancia al batir muy bien las claras de huevo, hasta que queden al punto de nieve. Esto significa que parecen una crema espesa y blanca.
Existen diferentes tipos de mousse dependiendo de la base que se use para su elaboración:
Base de chocolate: puede ser la mousse más popular del mundo, un verdadero clásico de los postres a escala global. Aunque puede tener combinaciones con menta o vainilla, el sabor del chocolate es lo que predomina acá.
Base de frutas: las mousses con sabores frutales también son deliciosas y muy conocidas. Usualmente se usa la pulpa de la fruta o una especie de puré de esta, que se añade durante el proceso de preparación para aportar también un aroma característico. Es importante, además, saber la cantidad correcta de fruta que se usa en la receta, puesto que un error en este paso puede afectar el resultado final del postre.
Base de crema pastelera: en los dos casos anteriores los sabores venían determinados por la base que se usa. Acá es necesario añadir el sabor principal de la mousse, como café o caramelo, a la crema pastelera que además ayuda en la estructura y estabilidad del postre.
Para conservar perfectamente este postre debemos tenerlo en la heladera antes de servirlo, lo cual también ayuda a que mantenga su estructura. Así mismo, debe conservarse a bajas temperaturas y refrigerado, pero no congelado. Después de prepararlo, lo mejor es consumirlo en el transcurso de una semana o menos.