Las recientes políticas antimigratorias implementadas en Estados Unidos han provocado la desaparición de numerosos puestos de comida latinoamericana en ciudades como Los Ángeles y Nueva York.

Según reportes periodísticos, la presión de las autoridades migratorias ha llevado al cierre de camiones y carritos de comida, afectando tanto a trabajadores como a clientes. Un ejemplo reciente fue el cierre abrupto de ‘Jason Jason Tacos’ en el este de Los Ángeles, donde agentes de ICE detuvieron a empleados y clientes, dejando la parrilla encendida y la comida sin vender.

Este fenómeno no solo impacta la economía de miles de familias migrantes, sino que también pone en riesgo la diversidad gastronómica en las calles estadounidenses, donde platillos como tacos, pupusas, tamales y comida chapina (guatemalteca) eran parte del paisaje urbano.

Expertos advierten que la gastronomía latina, reconocida por su riqueza y variedad, enfrenta una amenaza directa a su visibilidad y supervivencia fuera de la región. La comunidad migrante, tradicionalmente responsable de preservar y difundir recetas autóctonas, ahora se ve obligada a operar en la clandestinidad o abandonar la actividad.

Organizaciones defensoras de derechos migrantes y colectivos gastronómicos han solicitado medidas de protección para los vendedores ambulantes, argumentando que su labor es parte fundamental del tejido cultural y económico de las ciudades estadounidenses.