La Trufa Blanca Italiana, un fruto inolvidable y excéntrico
Hablar de la trufa blanca italiana es hablar de un manjar inolvidable, ya que el tartufo bianco es uno de los ingredientes más importantes y apreciados en la alta gastronomía mundial. Se da en el Piamonte, en la Toscana y otras regiones de Italia.
Las trufas, son una variedad de hongos que se desarrollan en una relación simbiótica micorrícica con algunas especies de árboles, como los castaños, nogales, las encinas o los robles. Dentro de las trufas, las trufas blancas italianas que son únicas en el mundo son una delicia para los paladares más selectos.
A diferencia de las trufas negras, (tuber melanosporum) que son también muy cotizadas pero más comunes, las trufas blancas italianas (tuber magnatum pico) son una auténtica rareza que se da solamente en Italia, en la zona del Piamonte y se caracterizan por su color pálido en el exterior y el color marron o amarillo en su interior.
La trufa blanca es un producto muy caro, incluso más que los diamantes, siendo la de Alba, un pequeño pueblo en el Piamonte el lugar donde se organiza cada año la Feria de la Trufa Blanca, Fiera Internazionale del Tartufo Bianco d’Alba, donde se subasta alcanzando precios impresionantes, como por ejemplo 100.000 euros por un ejemplar de unos 750 g, uno de los records de años pasados.
En las subastas de las trufas, participan restaurantes de muchas ciudades del mundo que intervienen en las subasta pujando on line. Esta subasta es todo un acontecimiento internacional siendo los ganadores de las pujas habitualmente, cocineros de Hong Kong o de Moscú, las Vegas o Los Ángeles.
Además de un instrumento publicitario muy importante para los productores de trufa de las zonas productoras, la recaudación de las subastas de la trufa se utiliza en actividades benéficas y sirven como reactivo para los negocios de la zona ya que en paralelo a las mismas, se monta un gran mercado lleno de actividades, catas y demostraciones en torno al apreciado producto de la tierra.
Gastronómicamente, la trufa blanca italiana goza de más prestigio que la trufa negra del Périgord francés. Como su aroma es muy volátil y no admite la cocción, la trufa blanca se come cruda, laminada o rallada, espolvoreada sobre los platos a los que aporta un aroma intenso muy característico que recuerda al ajo y al gas, a una mezcla de monte y mar, que es muy apreciado por los gastrónomos.
Por ese motivo, la forma más habitual de consumirla es rallar la trufa blanca sobre un plato de pasta, huevos, patatas o arroz, o colocando sobre el plato unaexcéntricoes láminas finísimas, casi transparentes cortadas con un rallador especial, dejando que su intenso aroma se mezcle con el del plato.
Fuente: directoalpaladar
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