El utilizar hierbas frescas para cocinar da un valor agregado a nuestras preparaciones culinarias. Las más comunes y fáciles de encontrar en el mercado son el perejil, la albahaca, menta o hierbabuena. Sin embargo, existe otra que a pesar de ser menos conocida, es altamente valorada por su aporte aromático y de sabor bastante peculiar, hablamos de la salvia.

Esta planta es conocida como hierba sagrada o salima, proveniente de la familia de las «labiadas». Es de porte pequeño y con hojas no muy anchas, blancas y cubiertas de un fino vello. Desprende un olor intenso y es de sabor ligeramente amargo. Al usarla en la cocina, lo mejor es recolectar las hojas de los brotes jóvenes, las más tiernas y usarlas frescas, en Italia es común agregarla en recetas tradicionales de salsas y pastas.

También es utilizada en charcutería, para aromatizar embutidos y salchichas, y sazona muy bien todo tipo de carnes, sobre todo cerdo, cordero o incluso pato. Las hojas picadas también se pueden servir en ensaladas, quesos y encurtidos. La salvia realza el sabor del marisco, panes y verduras. La mantequilla de salvia sirve para aromatizar pescados, carnes rojas y aves. 

En el caso de usar para efectos medicinales, la salvia se puede secar y guardar en tarros herméticos, siendo algunas de sus virtudes medicinales el poder anti térmico y antifebril que posee. La salvia se toma en infusiones, ayudando a regular el azúcar en la sangre, es también un eficaz estimulante digestivo y excelente tónico estomacal.

En uso externo tiene propiedades calmantes y cicatrizantes, usado en tinturas hechas en alcohol diluido aplicadas en cataplasma. En la Edad Media era muy popular el té de salvia, una infusión de hojas que se usaba para curar muchas enfermedades, gripe, fiebres, problemas de hígado e incluso la epilepsia.

fuente: pepekitchen.com